Hey don't you know you were right?
I'm not afraid anymore,
I keep my eyes on the door,
But I remember.
Unknown Pleasures, sin duda marca una pauta en la forma de hacer música. Si tratáramos de describirlo podríamos hablar de la desolación permanente hecha arte, de los trazos desquiciados de algún momento perturbador, y claro, como un altar sin culpas para rezarle a Ian Curtis y su leyenda.
El disco fue grabado en la primavera casi imperceptible, grisácea y algo punitiva de Manchester, entre el 1 y 17 de abril de 1979, en los Strawberry Studios, en Stockport, Inglaterra, bajo la producción de Martin Hannett.
Los sonidos en cada track iban sin conformidad, con nuevos trasiegos creativos, incluyendo el sonido de una rotura de botella, alguien comiendo patatas fritas, un inodoro, y el sonido del ascensor de Strawberry Studios.
Hannett grabó la voz de Curtis en el track "Insight" desde un teléfono, ya que de este modo dijo que podría alcanzar la "distancia necesaria”.
Nos dimos a la tarea de escribir un texto para detallar a la Banda con “Shadowplay”:
La guitarra sin limpiar, se deslizaba en un vértigo nivel dos de Bernard Sumner. Golpeteos en un “trash” melódico desde el bajo taciturno de Peter Hook. Toques en prosa de Stephen Morris en la batería que, consiguió dar con una conversación particular, única, con un sabor amargo, delicado, en ese sonido Joy Division que aún no podemos olvidar aunque seamos felices.
Está por demás utilizar a Manchester como una ciudad proclive a la ansiedad, lo que sí, el vivir ahí traía como consecuencia trozos de garganta transformadas en las letras trituradas de este álbum. En una memoria espesa, líquida y universal.
Unknown Pleasures es una obra maestra emocional rociando cenizas de punk a diestra y siniestra.
Si seguimos escuchando, “New down fades” es un track que encumbra a la tristeza para ocupar un espacio en el universo infinito o en lo precario de un bar, al tintineo de una luz neón, con una cerveza caliente, calibrando el bochorno, y la idea de que la noche se puede ir directo al piso, ahí, donde el polvo y la podredumbre es tan real, como los gritos sin final de Ian Curtis.
Otro factor que es determinante en este álbum, es su portada, una ilustración inspirada en la frecuencia emitida desde un señal a un púlsar estrella de neutrones con radiación periódica, campos magnéticos, sí, una combinación perfecta para representar el sonido de Joy Division.
“Unknown Pleasures”, es el disco que les sirvió para encumbrarse y soltarse a la desnudez caníbal de la fama, dejando un legado inmortal en la idea de “habitar” música desde el lado obscuro.
Es el manual de instrucciones del post punk y su óxido permanente.
Texto: Andrés Villela